domingo, 20 de marzo de 2011

20 de marzo

A día de hoy no recuerdo que pasó exactamente desde el 13 de marzo al 19. Tan sólo recuerdo una laguna oscura, tristeza, malas noches y aburrimiento. El no tener ganas de nada y en sentirme la última persona del mundo.
Aquel jueves cuando me enteré de la cena del sábado, me alegré un poco. Por fin saldría después de una dura semana. Esperé, no obstante, la llamada para salir esa tarde o el viernes. Pero no hubo. Alguien les había convencido ya y allí yo no podía estar.
Después de hablarlo, llegó el sábado. Deseaba bastante que llegara, aunque no tenía muchas ganas de estar mucho por ahí, tenía más ganas de estar solo, metido en la cama y dormir, dormir hasta que desaparecieran los malos sueños, ya que estar despierto era mucho peor.
Pero me animé, como siempre me alegrabais y me dabais un poco de vida.
Llegó la cena. Risas, manga, conversaciones, una pareja comiendo acaramelada y un aura negra sobre mí. Estabas sentada enfrente, quizás por casualidad, quizás no.
"Lo verde no se come"
"Totalmente de acuerdo, eso es para las vacas"

Risas, buena ambiente. La cuenta y ganas de irme a dormir. Pese a todo, pese a lo bien que me lo estaba pasando, tenía que irme. No quería fastidiar a nadie, ni ser el que pusiera la nota negativa.
"No te vayas, rancio"
"Sí, que sino no llego, la próxima vez me quedo hasta tarde"
 Y entonces la despedida.
Era la primera vez que me acercaba tanto a alguien desde febrero. Había evitado el contacto con cualquier ser. Y allí estabas, sin saber porqué me habías atraído durante toda la noche  y sin saber porqué también, de repente, me estabas agarrando de la mano para que no me fuera. Y la sensación era muy agradable.
No quería soltarte, algo dentro de mí me hizo querer seguir así todo el tiempo que pudiera. Era una mano cálida, suave, agradable, de esas que estarías cogiendo días enteros sin cansarte.
Te miré apenado a los ojos. Después me percaté que el resto se iba alejando y nos miraban. Te esperaban y te tenias que ir. Poco a poco me fui alejando aunque en realidad me entraron ganas de coger esa mano y correr.
Pero no debía hacerlo.
Me marché a casa. Me metí en la cama y esta vez no lloré.
Pensé en lo bien que me lo había pasado, y en aquella mano que me tendiste para ayudarme aquel 20 de marzo donde comenzó todo.
Con aquella mano que aún no quiero dejar de soltar.

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