domingo, 28 de agosto de 2011

Sábado II

Y de repente, sin saber como, estaba volviendo a aquel sitio que creí que nunca más volvería a ir: tu castillo.
Riendo, jugando y haciendo el cabra en el vagón como siempre, observando como tu risa me volvía a contagiar y como disfrutábamos de esos pequeños momentos de felicidad.

Al llegar, la fría brisa de montaña me recuerda que quiero pasarme días enteros allí, en tu castillo, abrazándote, besándote y mimándote como si no hubiera mañana. Hablando, riendo y disfrutando como nunca.

Y al caer la noche, Morfeo y Eros se debatían por nuestra presencia en sus jardines. Finalmente Eros ganó y volvimos a subir a su paraíso, volar por sus nubes y amarnos durante horas para después viajar con Morfeo mientras mis brazos no hacían otra cosa que abrazarte.
Pues no quieren soltarte. Quieren que quieras que te rodeen durante mucho tiempo, durante muchas noches frías de invierno, durante tardes de lluvia donde nos besemos empapados bajo el agua y durante mañanas calurosas.
Porque no te haces una idea de lo importante que eres para mí...

No hay comentarios:

Publicar un comentario