lunes, 4 de octubre de 2010

Firmamento

Corriendo por la profunda selva, aquel pequeño se encontraba débil, no encontraba la salida. Pasaban los días, las horas y los minutos como si fueran años. Podía berrear todo lo que quisiera, podía llorar e incluso gritar más alto de lo que nunca había gritado, pues nadie le iba a escuchar en esa inmensidad de árboles.
De repente, una noche, una extraña voz le despertó.
-Muchacho, muchacho…
El chico no la hizo mucho caso.
-Muchacho, muchacho despierta.
-¿Qué? ¿Es a mí?
-Escucha, este no es tu lugar, estás muy cerca de la salida. Por favor sigue mis pasos te lo ruego.
-Pero… ¿Quién eres?
-Mira al cielo.
Entre todas las estrellas del firmamento, destacaba una, una que brillaba con un brillo particular, una estrella distinta, la más hermosa que él había visto nunca. Una estrella que parecía estar en el cielo esperándole.
-Sígueme.
El muchacho poco a poco comenzó a mirar más de lleno esa estrella, su brillo le acompañaba todos los días, su brillo le abría un camino distinto, un camino que poco a poco estaba queriendo elegir.
Y de repente se sintió afortunado. De entre todas las personas del mundo, esa estrella le encontró y le eligió para estar a su lado, esa estrella se quedó ahí dándole su cariño. Y entonces no quiso separase de ella nunca.

Quiero que sigas siendo mi estrella, la luz de mi oscuridad, ese pequeño ser que me alegra la vida, esa personita cuya sonrisa me hace sentir la persona más feliz de la tierra.
Porque haría cualquier cosa por ti, porque te quiero.
Pues tú eres mi estrella.

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