Hace seis meses un pequeño y tímido lobo decidió entregar su corazón a una majestuosa águila, pero ella se empeñó en picotearlo, patearlo, y quemarlo como si de un felpudo barato se tratara.
Por ello, aquel lobo decidió ocultarse en un profundo abismo. Desde que era un simple lobezno no habían parado de golpearle y menospreciarle una y otra vez pero él siempre había continuado sonriendo pues siempre había pensado que el pasado solo es pasado por muy duro que hubiese sido y que el futuro debía ser mejor… pero después de aquello no quiso sonreír nunca más. Y entonces dejó de creer en cuentos de hadas.
Sin embargo, y sin apenas darse cuenta, una princesa se enfundó la armadura de caballero y quiso sacarle de aquel profundo y oscuro pozo en el que el lobo se había introducido sin remedio. Ella le limpió las lágrimas, sació su llanto y curó sus heridas, porque no quería que el lobo sufriera más, detestaba verle así, ella sabía que aquel animal sabía sonreír y quería que lo hiciera de nuevo. Y el lobo se dejó ayudar porque al verla sintió a los ángeles alegrarse, porque se fijó en sus ojos de cristal y en su honesta sonrisa y vio que en aquella hermosa princesa había algo especial.
Pero cuando este ya estaba algo mejor, no había vuelta atrás, había estado cerca del animal demasiado tiempo y ahora no había retorno. Y entonces aparecieron las llamas.
La princesa arriesgo su reino porque creía en sus sentimientos, porque le quería y sabía que el animal le iba a responder, por ello, prometió estar junto a él y continuar haciéndole sonreír. Por su parte, el lobo arriesgó de nuevo su corazón y prometió cuidarla, protegerla y hacerla cabalgar sobre su lomo hasta llegar lo más alto posible, porque poco a poco había descubierto lo mucho que la quería y ahora sabía con certeza que deseaba estar junto a ella.
Y entonces, una cálida noche de verano, surgió lo inevitable. Y el lobo volvió a creer.
Desde ese momento el animal vio que al lado de su princesa el tiempo pasaba más deprisa, porque a su lado solo importaba ella, porque su sonrisa le hacía vivir.
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