domingo, 15 de agosto de 2010

Noche mágica

Y no quise ni que el mareo que me produjo el tren pudiera conmigo, no, ese día no. Ese día ni mis peores pensamientos me iban a hacer preocuparme, esa noche era para ti porque te lo prometí. Tú serías lo único que existiría.


Y el agradable paseo trajo mi cabeza de vuelta a su sitio. Y al entrar en tu castillo comencé a disfrutar de tu fabulosa cotidianidad.

El chocolate supo a néctar de dioses al estar tú acompañándolo.

Y al llegar la noche dormimos en las puertas del paraíso y allí vi todo tu esplendor y no hubo visión más maravillosa que aquella. Entonces no quise hacer otra cosa que disfrutar de ti sin que nada ni nadie pudiera impedirlo. Y lo hice.

Porque aquella noche más que nunca deje las preocupaciones en la puerta. Porque esa noche más que nunca te iba a hacer flotar.

Y despertaste al lobo más fiero de lo que se durmió y no quise dejar de abrazarte porque sabía que al levantarte tendríamos que volver a la realidad.

Pero las dos palabras que me dedicaste en la estación pusieron un final glorioso a una noche mágica.

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